martes, abril 18, 2006

Guapo!






- Eres hermosa

- Jaja, ¡ya!, ¿Crees que caeré con ese juego?

- Sinceramente espero que sí. Vamos, te espero en el auto

- Dame permiso, ¡Voy al baño!

- Adelante. Te estaré esperando

Llegaron cinco minutos tarde. Esto era algo habitual. Nuevamente culparon al despertador, era eso o inventar que la micro quedo en pana.
Sólo le quedaba dinero suficiente para poder fumar. Pero estaba bien, no necesitaba nada más por el momento. Ahora debía llegar a tiempo a su cita. Esto era lo único que le reconfortaba durante su día, eso creía. El trabajo de noche, ya la estaba matando, y la sensación de un ascenso la veía cada vez más lejana.
Prende un cigarrillo, sabe que es muy temprano para fumar, pero lo necesita. Piensa en dejarlo, sabe que no lo hará. El cigarro le aclaró la cabeza, recuerda que debe hablar de lo que pasó la otra noche, recuerda que no fue sólo una calentura del momento, o los copetes que se había tomado. Tiene claro que algo paso cuando lo vio, y que cuando lo sintió acercarse comenzó a temblar. Sí, debía hablar de eso.
Durante su trayecto, sólo una mamá retando a su hijo la distrajo de sus pensamientos. Se dijo que nunca sería así, y cuando se lo estaba prometiendo se vio junto a la puerta donde debía llegar. No se atrevía a tocar, sabía que si lo hacía en algún momento de la mañana debería hablar de lo que le estaba pasando. Se quedo un rato sumergida en sus cavilaciones, respiro un poco más fuerte y toco. Puso su mejor sonoriza, lo quería, pero ya no como antes.
Al principio los temas fueron los recurrentes, preguntó cómo había estado el trabajo, si llegó a tiempo con su hermana, etc. Lejos de reconfortarle tal cotidianeidad, la abrumaba, la atrapaba, y le daba fuerzas para comenzar a decir lo que no se atrevía. La primera frase fue lapidaria, siempre había creído que al momento de comenzar una confesión debía decir lo más duro al principio, y así lo hizo; - Estuve con otro. Sólo esas tres palabras bastaron para que soltara su mano, cambiara su mirada y la juzgara por completo. Noto que no había vuelta atrás. En ningún momento trato de justificarse o asomo una palabra o una entonación que indicaran arrepentimiento. Tiene claro que fue eso lo que más lo enfurecido.
Cuando se levanto del sillón, se sentía triste, pero aliviada. No lo volvería a ver. Eso la alegro. Era hora de dormir, sola por ahora.


- Aló, Hola, ¿Cómo estás? Llamaba para invitarte. La otra noche lo pasé super bien, y quería saber, cuando la repetimos, ¿qué te parece hoy?

- Calma Guapo, hoy sólo quiero dormir.

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